Aquí las cosas están, más o menos, como las dejaste.

El mundo no dejó de girar en tu ausencia aunque nos cueste admitirlo, y las noches y los días se suceden mientras navegamos a la deriva sin hacernos demasiadas preguntas.

En general, tampoco las personas cambiamos especialmente, sabes? Esta adorada humanidad tuya, que parece ajena a tu partida, sigue cargada de contradicciones y en su devenir, de un tiempo a esta parte, afloran las pasiones más tristes.

Pero no es momento para negar que el ser humano, por el mero hecho de serlo, es portador de dignidad y grandeza, como tú decías, ni que en su mente se aviva el genio de lo sublime; de la verdad, de la belleza, de la bondad.

Por eso, para salvar tus palabras del olvido y mantener a buen recaudo tu eterna sonrisa, tus amigas y amigos, tu familia y algunas de las personas que tuvimos la suerte de conocerte, nos comprometimos a tratar de dejar el mundo un poquito mejor de lo que está.

De alguna manera, tu forma de entender la vida nos inspira y, en la medida en que nos sea posible, procuraremos defender la alegría y la diversidad, intentaremos brindarle oportunidades a aquellas personas que no tuvieron mucha suerte en la lotería social y trabajaremos para extender una conciencia respetuosa con el planeta y las otras especies que lo habitan, como tú querías.

En definitiva, nos organizamos para construir tu legado.

Ser, al fin vamos comprendiendo lo que tratabas de decir cuándo asegurabas que para explicar muchas de las cosas que nos trascienden, solo podemos elegir entre el absurdo o el misterio… y que por eso, tú preferías el misterio.

Siendo así, cuando nos volvamos a encontrar, tal vez podamos sentirnos a la altura de tu sencilla humanidad.

En una ocasión le dijo el zorro al principito -«Lo esencial es invisible a los ojos, solo se ve bien con el corazón.», y fue suficiente para entenderlo.

En tu nombre, Fundación Sergio Villar.